Cómo congelar una tortilla de papas: el truco para que quede como recién hecha

La tortilla de papas es un clásico de la gastronomía española que también se ganó un lugar en las mesas argentinas. Este plato tradicional ha sido reinventado por distintos restaurantes, dando lugar a versiones únicas y originales. Además, se ha convertido en un comodín de la cocina: es un plato que suele gustar a todos y resulta muy fácil y práctico de preparar.
En ese sentido, la tortilla se puede preparar tanto para varias personas como para que alcance durante varios días. Sin embargo, surge la duda sobre cómo congelarla sin que pierda textura ni sabor. Afortunadamente, existe un truco que permite conservarla como si estuviera recién hecha.
Cómo congelar la tortilla de papas de forma correcta
Congelar una tortilla de papas puede parecer fácil, pero si no se hace correctamente, el resultado suele decepcionar: textura gomosa, sabor apagado o preparación seca.

Para evitarlo, la clave está en cómo se cocina, cómo se guarda y, sobre todo, cómo se recalienta. Con algunos pasos sencillos, es posible disfrutar una tortilla congelada casi tan jugosa y sabrosa como recién hecha.
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El primer truco es retirarla del fuego antes de que esté completamente cuajada. Una tortilla ligeramente cruda se conserva mejor, ya que terminará de cocinarse al momento de recalentarse, evitando que quede seca.
Una vez lista, conviene dejarla enfriar por completo antes de guardarla, porque el vapor atrapado en el congelador puede alterar la textura y dejarla aguada.

Otro punto fundamental es el envasado. Lo ideal es cortar la tortilla en porciones individuales, envolver cada una en film transparente y luego colocarlas juntas en una bolsa hermética o en un recipiente cerrado.
De esta manera se evita el contacto con el aire, que es el principal enemigo de la frescura y el sabor, ya que la oxidación puede alterar los compuestos de la preparación.
Al momento de consumirla, lo recomendable es descongelarla primero en la heladera. Nunca debe dejarse a temperatura ambiente, ya que el huevo podría contaminarse con bacterias como la salmonella.

Luego, se recalienta en una sartén tapada, a fuego bajo y con unas gotas de aceite de oliva, lo que permite que la tortilla recupere humedad, se dore levemente y conserve esa sensación de recién hecha.
De esta manera, incluso si se prepara con anticipación o se guarda para otra ocasión, la tortilla mantiene su jugosidad, su aroma característico y esa sensación casera que la hace tan irresistible.