Día de las Ballenas y Delfines: el hecho histórico de 1982 que salvó la vida de miles de ejemplares

Cada 23 de julio, estos animales despiertan la admiración de todo el mundo. La prohibición de la caza comercial de las ballenas hizo la diferencia, pero, sin embargo, todavía queda mucho por hacer.
Ballena franca austral. Foto: Unsplash.
Ballena franca austral. Foto: Unsplash.

El 23 de julio se celebra el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines. Aunque son criaturas amadas, detrás de esta celebración hay un hecho histórico: la prohibición de la caza comercial de ballenas en los mares del mundo, mejor conocida como “la moratoria”.

Y aunque se avanzó mucho en la preservación de estos animales, las ballenas todavía enfrentan muchas dificultades y su futuro depende del compromiso real de los gobiernos y de la sociedad para detener la caza comercial y preservar tanto su hábitat como su vida.

El mayor logro histórico de protección a estos cetáceos fue en el año 1946, ya que se creó la Comisión Ballenera Internacional (CBI), establecida para regular la caza de ballenas. En ese momento, esta actividad era considerada una industria legítima. Con el correr de las décadas, la población de ejemplares comenzó a disminuir generando “un daño irreversible”, a pesar de que la presión pública fue en aumento.

Gracias a que la mayoría de los países protegieron a las ballenas con sus políticas, se generaron los votos para un paso fundamental: el 23 de julio de 1982 se creó la aprobación de la moratoria global sobre la caza comercial de ballenas, pero entró en vigor recién en el año 1986. Desde entonces, cero es el límite para capturas comerciales para todas las poblaciones y especies de ballenas.

En los años siguientes a esta moratoria, los avances fueron significativos: la conservación y el uso no letal de las ballenas permitieron el reconocimiento del turismo avistaje con alternativas de uso no letal, además del desarrollo de programas para mitigar amenazas como las colisiones con embarcaciones o los enmallamientos.

Sin embargo, desde el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), remarcaron que, pese a estos avances, los problemas para estos animales persisten y que el peligro de estas especies todavía no ha desaparecido por completo.

Roxana Schteinbarg, co-fundadora del ICB, remarcó en un comunicado que “a pesar de los grandes logros, Noruega e Islandia continuaron cazando en sus aguas territoriales y Japón encontró un artilugio mediante la figura de la “caza científica” que le permitió matar miles de ballenas en aguas internacionales, alegando realizar investigaciones, aunque gran parte de la carne terminaba en el mercado”.

Ballenas. Fuente: Instituto de Conservación de Ballenas (ICB)
Ballenas. Fuente: Instituto de Conservación de Ballenas (ICB)

“En 2014, la Corte Internacional de Justicia dictaminó que el programa japonés en el Océano Austral no tenía fines científicos genuinos y que violaba el espíritu del tratado internacional. Fue un fallo histórico, que dejó en evidencia el uso fraudulento de la ciencia como excusa para sostener una actividad comercial”, escribió la ingeniera agrónoma.

En este sentido, señala que, Japón lejos de respetar el fallo, se retiró definitivamente del CBI en el año 2019, por no querer aceptar la legitimidad de la mayoría de las naciones. De esta manera, se retomó abiertamente la caza comercial en aguas territoriales, dejando en evidencia que aquello que se protegió durante tantos años “era una fachada para sostener una práctica destinada al mercado”.

“Actualmente, Japón continúa cazando por fuera del alcance de la CBI. Sin embargo, su influencia dentro de este foro no desapareció ya que continúa presente a través de una red de países aliados que responden sistemáticamente a sus intereses”, remarcó Roxana.

Ballenas. Fuente: Instituto de Conservación de Ballenas (ICB)
Ballenas. Fuente: Instituto de Conservación de Ballenas (ICB)

Conservación de las ballenas: la caza ya no es un negocio

Noruega, Islandia y Japón siguen sosteniendo la caza de ballenas pese a que el resto de los países ya le dio la espalda a esta práctica. Los números lo dicen todo: en 2022, se cazaron solamente 58 ballenas, con un consumo interno bajo que no para de caer y un fuerte rechazo social.

En Japón, el escenario es aún más extremo. El consumo de carne de ballena se desplomó a menos del 1% de lo que era en los años 60. La falta de rentabilidad y el rechazo social demuestran que la caza de ballenas ya no tiene sentido económico, ni ambiental, ni ético.

Por otro lado, cada vez más países, científicos y comunidades coinciden en que las ballenas valen mucho más vivas que muertas, ya que su aporte ecológico ayuda a fertilizar los océanos, sosteniendo ecosistemas marinos completos. Son aliadas invisibles en la lucha contra el cambio climático y piezas clave en el equilibrio de la vida marina.

Avistaje de ballenas. Foto: captura video Instagram/rockhopper_ph
Avistaje de ballenas. Foto: captura video Instagram/rockhopper_ph

Además, son las grandes protagonistas de los mejores espectáculos del mundo: los avistajes. En Península Valdés, provincia del Chubut, miles de personas viajan por año simplemente para verlas y asombrarse con el momento en el que ellas pasan a saludarlos, asomando su lomo, una aleta o su cola.

El avistaje de ballenas es generador de conciencia ambiental, fortalece el sentido de pertenencia local de las comunidades costeras y consolida una cultura de respeto por la biodiversidad marina. Proteger a las ballenas es elegir un modelo de desarrollo que honra y respeta todas las formas de vida”, cerró Roxana Schteinbarg.