Engañó a cientos de personas vendiendo un país inventado: la estafa más impactante de la historia

Algunos hombres no conocen de escrúpulos y solo los mueve la codicia y ambición. Esta premisa no es reciente, ha estado presente entre la humanidad desde tiempos inmemorables y causado un sinfín de historias que merecen ser contadas.
Uno de los episodios más recordados es lo que pasó con el escocés Gregor MacGregor, quien por culpa de su obsesión con la riqueza y estatus protagonizó una de las estafas más impactantes de la historia mundial.

Un hombre obsesionado
Gregor nació en 1786 en Escocia y desde joven desarrolló una codicia peligrosa. Cuando murió su esposa perdió toda su fortuna, tomando una decisión que lo condenaría: una vida de fraude que incluyó la venta de un país.
El escocés se hizo soldado de la Armada Británica con 16 años. Sirvió a partir de marzo de 1803 en el regimiento 57, y fue promovido en febrero de 1804 a teniente. Cuando Simón Bolívar, en misión diplomática, visitó Londres en 1810 para reclutar oficiales para su armada, MacGregor entró a servir con el grado de coronel y viajó a finales de 1811 a Venezuela al tener veleidades de naturalista, interesándose por conocer el ambiente y las costumbres. Para 1820 ya estaba de regreso en Londres donde comenzaron sus mentiras.
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Para tramar su engaño decidió afirmar que era el príncipe de un país llamado Poyáis y hasta creó mapas falsos, una bandera e incluso una moneda. Todo esto le bastó para convencer a los colonos de que era un paraíso lleno de tierra fértil y oro. Decía que el país, en Mosquitia, se hallaba bajo su comando como Gregor I, Príncipe Soberano de Poyais y cacique del pueblo de Poyais, y que se había transformado en un estado próspero.

Para 1822, MacGregor logró venderle tierras en Poyáis a cientos de colonos británicos. Varios de ellos se habían gastado los ahorros de toda su vida, sin saber que ponían su futuro en manos de un ladrón de guante blanco. A partir de septiembre salieron los primeros barcos con inmigrantes a Centroamérica y para octubre, finalmente obtuvo un préstamo por 200 mil libras esterlinas de un conocido banco londinense para consolidar el Estado, cuyas acciones fueron ofrecidas en la bolsa.
Pero la mentira “tiene patas cortas” porque al llegar a Poyáis, lo colonos debieron enfrentar la verdad: hallaron solo una jungla, sin ciudades ni infraestructuras. A finales de 1822 se produjo una catástrofe en Mosquitia y muchos de los recién llegados murieron, víctimas de malaria y fiebre amarilla. Los sobrevivientes fueron evacuados por una expedición en abril.

Con la verdad revelada, MacGregor huyó a Francia, pero poco después lo atraparon y lo arrestaron. Consiguió convencer al tribunal de que no tenía la culpa y salió libre. A pesar de todo, huyó y siguió intentando vender su ficticio reino en otros países.
Se retiró a la región francesa de Provenza y vivió algunos años de su riqueza. En compañía de sus amigos, siguió ofreciendo acciones aquel “paraíso”. En 1834 apareció en Escocia, donde trató de nuevo de venderles certificados de tierra a sus compatriotas.

En 1838 regresó a Venezuela y presenta formalmente un Memorial al Gobierno nacional solicitando su nacionalización y restauración de su antiguo rango militar. El 5 de marzo de ese mismo año, el Congreso lo incorpora al Ejército con su grado de General de División, otorgándole la carta de naturalización y reconociéndole parte de sus haberes militares. Murió el 4 de diciembre de 1845 en la ciudad de Caracas casi ciego. Fue sepultado con honores en la catedral de Caracas y nunca obtuvo un castigo real por sus mentiras y estafas.