La estación oculta del subte A que nadie conoce y guarda los secretos del centro porteño

Ubicada en uno de los sitios con más historia de Buenos Aires, pasa desapercibido por la gran mayoría. Dónde queda este rincón pintoresco para admirar.
Lleva el nombre de su primer propietario y fue construido en 1878
Lleva el nombre de su primer propietario y fue construido en 1878 Foto: Instagram @revistametro

Ubicado en pleno centro porteño, se encuentra uno de los rincones más secretos de la capital argentina y, paradójicamente, de más fácil acceso. Con más de 110 años es visto como un símbolo de la Buenos Aires, del progreso y de la modernidad lista para descubrirse.

La Avenida de Mayo es considerada una de las más hermosas y con más historia porteña, en sus diez cuadras reúne edificios imponentes y de enorme importancia como el Cabildo y el Congreso. Además, debajo de ella encontramos un hito de la ingeniería y revolución moderna: el subte A y sus pasadizos secretos. ¿Lo conocías?

El edificio y galería comercial en la Avenida de Mayo Foto: Instagram @buenosaires

La estación secreta

En una de las imponentes calles de la avenida se encuentra el Pasaje Roverano, inaugurado en 1918, que parece detenida en el tiempo con detalles que desnudan lo que era la época de esplendor de Buenos Aires. El edificio, construido con estructura metálica, consta de subsuelo con locales comerciales, una galería comercial y 7 pisos de oficinas.

El pasaje es famoso porque lo frecuentaban figuras como Antoine de Saint-Exupéry, empleado de la Compañía Aérea Nacional con sede en el segundo piso, e incluso el papa Francisco se cortaba el pelo allí en la época en la que era Arzobispo. Pero además es el lugar del “atajo” para tomar el subte de la línea A, el más antiguo de Sudamérica.

El primitivo edificio del pasaje se mantuvo hasta el año 1912, Foto: Instagram @buenosaires

La estación secreta era usada diariamente por quienes trabajaban en el Pasaje, pudiendo tomar el vagón de la estación Perú. Hoy está cerrada, pero los curiosos puede asomarse para ver pasar el transporte y deleitarse con su imponente arquitectura. Casi como detenido en el tiempo.

La galería posee espacio para 12 locales comerciales a los costados del pasaje Foto: Instagram @buenosaires

El subsuelo tiene más locales y el pasillo que conecta al Pasaje con la estación Perú de la línea A. Esta conexión fue construida junto con el nuevo edificio del pasaje, y autorizada por una resolución municipal del 30 de julio de 1915.

La estación de subte secreta en Buenos Aires. Video: TikTok @sobreviajesok

Por el bien conservado ambiente de época, el Roverano ha sido elegido en varias oportunidades como escenografía de películas que transcurren en décadas pasadas como La señal, protagonizado por Ricardo Darín.

La librería más antigua de Latinoamérica es de Buenos Aires

Entre los sitios más antiguos y pintorescos, se esconde un local que tiene el récord de ser la librería más antigua de Latinoamérica y la tercera en todo el mundo.

Se trata de la Librería del Colegio o Librería Ávilafundada en 1785 y, por su proximidad con el Nacional Buenos Aires, se la conoce como “Del Colegio”. Historia y secretos de un lugar que vio el inicio y transformación de la capital argentina.

Abrió sus puertas por primera vez en lo que hoy es la esquina de Alsina y Bolívar, para ese entonces era territorio del Virreinato del Río de la Plata. Fundada con paredes de adobe y techo de paja. Además de libros, se vendían hierbas medicinales y artículos para los gauchos.

La Librería de Ávila. Foto: turismo Buenos Aires
La Librería de Ávila. Foto: turismo Buenos Aires

Con el paso del tiempo se transformó en la primera casa de la Ciudad que tuvo dos pisos. Supo ser el refugio y punto de encuentro de quienes impulsaron la Revolución de Mayo de 1810: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Mariano Moreno y Juan José Paso iban a buscar los libros que llegaban de Francia, con el pensamiento vivo de la revolución francesa. Sin esta librería, nada podría haber sido posible.

En 1875 pasó a llamarse “Librería del Colegio”. Lamentablemente, el lugar quebró para la década del 90 y se remató todo su inventario.

El edificio, que pertenecía al Arzobispado de Buenos Aires, fue cerrado por unos ocho años y estuvo a punto de convertirse en un local de comida rápida. Cuando el librero Miguel Ávila se enteró de eso, sabiendo del valor que tenía para la cultura argentina, decidió comprarla para volver a ponerla en pie, bautizándola con su apellido.